miércoles, 27 de junio de 2012

Treinta años


Llevo tres años casada, mis padres arreglaron mi matrimonio apenas cumplí los 17, soy infeliz, he sido sometida a reglas estúpidas debo obedecer a un hombre que me asquea. Aún recuerdo… hooo como recuerdo…
La primera noche junto a ese monstruo, luego de la lujosa fiesta que sus padres junto con los míos financiaron y realizaron en la finca de mis tíos.
En la pista solo quería ser libre bebí champagne en abundancia, lo sentí estremecer mi cuerpo, acariciar mi estomago y encender mis extremidades, mis pies danzaban al unísono, quería despojarme de aquellos trapos, sentirme libre, lanzarme sobre los brazos de algún muchacho que me protegiera y me liberara de esa terrible cárcel, que me  alejara de ese monstruo y que jamás permitiera que posara sus garras en mi aterciopelada existencia.
El champagne se acabó, mi sueño también, desperté inmersa en la pesadilla más desagradable, él y yo, mucho alcohol pero aun así pude notar como  sus ojos me desnudaban mientras yo intentaba conservarlo todo.
Las lágrimas no cesaban ese enorme cuerpo sudoroso manchándome, con lo más horrible, negándome la felicidad, el placer y la pasión.
-        No permitiré que me toque nunca más, me dije.
Han pasado tres años y ya no siento, estoy muerta en vida, me resigne a solo en sueños ser libre y feliz… Desde hace tres meses que anhelo la hora del sueño.
Me duermo y me interno en una selva, mi oscuro cabello se transforma en doradas hebras, un cuerpo curvilíneo deseable, me siento desatada y sólo de un cinturón revestida, mi alma al viento.
Observo como un corpulento hombre se me acerca, me estrecha desde la cintura sin preguntar y lentamente desliza su boca por mi cuello sube besándome hasta dar con mi oreja y en un susurro infinito, fuerte y suave como la cebada dice… Afrodita eres mía, sólo mía.
Me derrito en él y nos fundimos en la danza de los astros, el vals de la luna, observados por tribunas, por universos, por todas las energías existentes, es perfecto. En el minuto en que estoy pronta a despertar yo lo noto, y él me nota, se levanta bruscamente y repite una y  otra vez:
-        Afrodita espérame, saciare tu sed y alimentare tu angustia, solo espérame.

Ya no puedo más… mis lágrimas se agotaron y mis músculos se marchitaron, han pasado 20 años y me veo totalmente como una anciana, mi cabello no brilla, mi rostro ojeroso y huesudo, y mi cuerpo hambriento, hambriento de amor de emoción, el gorila que dormía a mi lado se ha transformado en un pequeño jabalí que ya no abusa de mí, pues cuando anda de suerte se puede el rabo…
Mi desdicha no cesa, la indiferencia ha invadido mi corazón y mi mente, no sé que es lo que espero, no sé que es lo que quiero. De alcohol y medicamentos invado mi estomago y domo a la fiera que llevo dentro, apague mi llama, olvide los sueño y me limite al infierno de vivir y la pesadilla continua me agobia, me aniquila.
Soy cobarde e insensata, odio la vida pero algo me aferra a ella quizás monotonía, no distingo entre el delirio y lo real, quién está y quién no está…
Llegó… todo fue confuso me sumergí en mi esquizofrénico descanso y luego de casi treinta años volví a soñar, pero esta vez ya no había selva, mi cabello rubio no fue, y mis huesos con carne no se arroparon, era yo más indefensa que nunca, que siempre, en mi cuarto. La casa se estremece y entra, se abre paso entre las cajas de pastillas y su marcha armónica se detiene justo frente a mi, despeja mi cara sutilmente y con delicadeza me besa, el contacto de mi boca y su lengua fue la húmeda felicidad que esperaba, por primera vez en mucho tiempo mi sed se saciaba, cerré mis ojos e inevitablemente todo comenzó a girar, mis pies temblaban, me desplome y caí, caí, caí sin fin, caí durante todo los tiempos en la lucha eterna del amor imposible, del amor utópico e inexistente, caí vencida por el sufrimiento de todos los amantes, mi cráneo retumbo fuertemente contra el piso y lo supe, supe en el instante en que su cabeza buscaba refugio en mi pecho y decía mí afrodita amada, tanto tardaste en volver a llamarme.
Con el último esfuerzo acunado en mi corazón, le dije lo siento Ares, siempre te ame.






Bárbara Flores Durán.

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