domingo, 14 de abril de 2013

Perder



¿Perder como la simple fatalidad de despojar lo ajeno cargado a los sentidos?
Como la eterna batalla en un inconsciente menos apabullado,
Sobre valorado.
Tal vez como el vuelo del pájaro ensimismado y acopiado a falsos deseos.
No.
Perder la otredad necesitada,
Reconocer la cobardía del hondo abismo entre dos manos, dos bocas, mil cuerpos, la lágrima tormentosa del susurro austero y paciente,
Que esbozado entre miradas cruzadas
Embeben un alma imaginaria,
Solo atisbos dejan.
Tal vez como el vuelo del pájaro sobre valorado en la batalla eterna del despojo ajeno cargado de sentidos.




Bárbara Flores.

La bella nevada



De la belleza de todas las austeridades,
De la belleza de todas las locuras,
De la belleza…
De la cabeza fría por la mañana, de la mano mojada hirviendo celosa, resquebrajada sobre la cabeza nevada, sobre el rostro ya marchito, el gris de todas las cosas, sobre lo que nunca se ha tenido, la libertad de lo ajeno y el capricho de lo propio, ese muerto que vaga en pensamientos ensimismados, al alba descubierto.
La nostalgia de los domingos a la tarde, una silla vacía, un engullimiento vicioso, un cliché más para desgarrar a gritos lo que se calla, lo efímero sumamente inconstante, lo tormentoso de la mirada ausente, del cáliz frío,
 el domingo por la tarde,
 y la almohada mojada el domingo por la noche.
Mira desde su ventana, dos palomas en la banca de la esquina,
 mira desde su ventana dos jóvenes extasiados, locos, libres…
 mira desde su ventana lo que huyó, sus días, sus años, historias, y  principios inconclusos abstenidos de finales.
Sobre la cabeza nevada, de la mano mojada hirviendo celosa, del sollozo austero,
Como lo bello del momento pisoteado.