domingo, 19 de agosto de 2012

A dos piernas



El mar y yo somos uno…
(TRES AÑOS DESPUES)
El mar y yo somos nada, lo descubrí la misma mañana que el muy hijo de perra me quito las piernas, me quito a mi amor, me quito la sonrisa, me quito todo para dejarme aquí sobre una silla de ruedas entre cuatro paredes con tres comidas al día y mucha irrealidad…
El único consuelo que tengo en este loquero asqueroso es ese el maldito mar, una ventana por la que con excesiva suerte asomo mi boca o un ojo, donde veo como te revuelcas con la arena, con las rocas siempre impredecible siempre siendo un bastardo…
Aquí el tiempo me sobra en demasía, hablo con otros dependiendo del día, claro esta, algunos lunes uno que otro drogadicto, los miércoles probablemente Charlie que es mi alcohólico favorito…
Wow y los viernes son casi agradables pues…
Lo siento querido diario cada vez que intento contarte algo, lo olvido y luego despierto en esta mugrosa habitación más sola que mi corazón, y más olvidada que yo, ni siquiera se dignan a secar mis ropas llenas de algas y siempre saladas, mis brazos siempre sangrantes y mi cara siempre apagada.
Me siento delirante, soñé que nadaba, soñé que nadaba… no solo agitaba mis brazos…
Hoy he encontrado un montón de porquerías sobre mi silla, claro esta que decidí despertar me incline para montarme sobre mi silla  como de costumbre, y unas conchas me pincharon la espalda, algún imbécil con ganas de hincharles las pelotas a una lisiada debe ser…
A la mañana siguiente se encontraba imperturbable frente al pequeño agujero, pensando, llorando, pero con calma siempre con calma, un fuerte estruendo la arrojo de la silla al suelo, sólo oía gritos, gritos y más gritos… chillo, aulló pero nadie abrió, nadie acudió a su estruendoso llamado, nada más voltearse a la ventana vio venir hacia ella la masa gigantesca de agua… Con una furia imperdonable una ola hambrienta arrasando todo a su paso.

La luz hoy golpeo mi rostro, estuve quizás cuanto tiempo en la oscuridad, la luz me golpeo pero me despertó, me di cuenta que mi aleta estaba suturada y mi padre me acompañaba, todos estuvieron muy pendientes, todos lloraron.
Según lo que espié mientras dormitaba, es un milagro estuve varada en un roquerio, indefensa ante cualquier humano que me hubiese encontrado.

Cóctel letal


Se quiso adelantar a los de la búsqueda pues se encontraba totalmente fuera de si, subió la escalinata a paso veloz, se poso frente a la 202 golpeó asustada y frenética, luego de unos minutos el resto la alcanzó y haciendo un esfuerzo tremendo forzaron la puerta hasta que esta cedió y reveló que había en su interior.
Candalia  se desplomo sobre sus rodillas y sin siquiera inmutarse el hombre a cargo de la descripción visual apunto con letra confusa en una pequeña libretilla:
Mujer de cabello claro, 22 años, 1,70 de altura, boca arriba.
-¿Sólo eso?, ¿sólo eso importo de la muerte de mi hermana?
 Se repetía una y otra vez Candalia en el velorio de su hermana Consuelo, se repetía eso y millones de cosas más su mente mantenía un huracán constante, se le hacia imposible librarse del tormento y del peso de aquella muerte.
Veintidós días antes, en la pequeña terraza del departamento de consuelo:
-        Candalia: Estas loca… ese imbécil no vale la pena
-        Consuelo: ¡Tú! estas loca lo único que aquí no vale es esta conversación… Ya está decidido hermanita me voy, se feliz y déjame en paz.
Eso fue todo lo que las hermanas se dijeron, a la mañana siguiente Consuelo cruzó la frontera para encontrarse con el hombre de su vida, en su mente claro esta, pues la desequilibrada muchacha estaba obsesionada con la idea de una vida junto a él, un ser ideal, utópico, una niña creyendo en cuentos de hadas e ideas gastadas, la madurez  de Consuelo renegada por ella misma, arrojándose de cabeza al impuso de sus deseos.
Días después el escenario cambió sin retorno, la niña dejo sus años dorados para perderse donde el mechero no enciende,  y el que teme pierde.
Finalmente despertó en un lugar donde no conocía a nadie, ni siquiera el hombre con quien compartía la cama, raro día llego, comió y no volvió, Consuelo no vio otra salida que acabar con todo.
Mientras las personas llegaban Candalia les agradecía de manera automática pues a la realidad nada la sujetaba, por ese día se permitió recorrer sus arrecifes mentales, entregarse a su delirio reprimido y pensar en su bella hermana, extrañarla y ¿porqué no? Culparse. Pronto se levanto del asiento que había sostenido su cuerpo inerte durante todo el día, y repaso una vez más los apuntes del investigador:
Causa de muerte: coctel letal
Composición: 40 pastillas de  paracetamol, 40 pastillas de ravotril  y 2 litros de vodka.
Dentro de delirio Candalia visualizó ese último exhalo de vida de su hermana, la podía ver, ojerosa, más delgada y harapienta dirigiéndose a una farmacia de ahorro en las cercanías, de manos temblorosas, pero a pesar de aquel aspecto, Candalia presencia que el joven de la farmacia de todas maneras le vende todo lo exigido por la chica, Consuelo deja atrás el lugar sin voltear, se da un par de vueltas, unos puchos a la vena más ansiosa que minutos antes, la observa entrar en un sucucho, al rato sale con una pesada bolsa negra que mientras camina de regreso, el rechinar de las botellas le acompañan en un compas casi esquizofrénico. En eso Candalia siente que su visión se torna borrosa, era su madre que la zamarreaba para que despertara.
-        Hija mía vete a descansar
-        Estoy bien ma, gracias.
Tras la interrupción la muchacha va a despedirse por última vez de consuelo, se para junto a su trono color marrón, la observa,  ve que el azulino de su rostro resalta entre su cabellera platinada y blancos trapos reprimiendo la perfecta anatomía de su hermanita y en un eterno adiós le susurra un gracias, mientras sus lágrimas buscan su propio destino en los pómulos de ese cuerpo vacío.



sábado, 11 de agosto de 2012


Fatigada yace, fatigada yace, fatigada yace…
SOLA
Sobre su regazo, aquellos brazos inmutables y bellos, aquellos brazos que todo lo calman que limpian aquel cuerpo de aquella angustia donde el golpe frenético de la realidad invade su cien, invade sus ojos, sus oídos lagrimean ante tal fulgor ante aquellas palabras de aquella boca rota, quebrajada, de aquella cara sucia con olor a rosas, manos limpias culpables.
A*noche soñé que me soñabas, que despertabas y preparabas café.
A*noche soñé que te encontraba, en un callejón vacío.
A*noche soñé que existías y luego desperté.
Anoche viví tantas cosas pero ninguna digna de relatar,
Porque nadie vino,
Nadie llamo,
Y nadie existió,
Sólo una corteza fría a la intemperie sin fuerzas para florecer, sin ánimos de envejecer.