domingo, 9 de septiembre de 2012

LA EXCLUSIVA


Abrí los ojos y por la ventana lateral la luz invadía el cuarto, comencé a pestañear y poco a poco mi pestañeo se volvió protagonista, sentía la brisa y el claustrofóbico cuarto repentinamente se transformo en un lugar agradable, comencé a tomar cada vez más conciencia e intente estirar el brazo y acariciar el hombro de Roberto, luego de unos segundos note que no estaba, y fue ahí y sólo ahí que note lo sola que me encontraba en ese enorme lugar, la cama de blancas sábanas y mi pestañeo produciendo una brisa constante.
Intente recordar que había sucedido la noche anterior, pero sólo conseguí llenar mi mente de ciertas lagunas, de recuerdos, ciertas visiones, ciertos momentos.
Roberto llevándome, nosotros brindado ,yo exigiendo más y más wiski, yo descontrolándome, yo gritando, vueltas, mareo, yo mirando el piso, yo vomitando, Roberto alejándose.
 Yo tendida junto a la jardinera de la casa de Sofía llorando, sintiéndome inepta y aceptando toda la culpa. Ese día por vez primera en 10 años acepte la verdad, no soy suficiente para Roberto, siempre seré la otra, siempre encontrara la frase perfecta para hacerme volver, siempre su caricia alcanzara lo más profundo, siempre será mejor tenerlo junto a mi que estar sola, siempre las grises mañanas de otoño serán menos frías junto a él.  Lo recuerdo cada minuto de mi vaga existencia, sus horas consumiendo mis años, su boca carcomiendo mi dignidad, y yo sin nada con el luto encima, porsiacaso sabiendo lo patética que soy, sabiendo que a la primera o a la última me abandonará.
Ella… No se como describirla, decir que es perfecta es poco, que su sonrisa inunda cualquier lugar, y que es tan cálida, tan cercana que abarca todo el espacio también lo son. Su belleza es utópica y resplandeciente, su sola presencia lo hace enloquecer…
 Su cristalina mirada, su cabellera dorada, su esbelta silueta, y al mismo tiempo ella cual guitarra destinada a la tonada eterna, a la nota más perfecta. De sólo observarla mi mundo sangra y comienza a disgregarse, el oxígeno se agota y desciendo por la caída perpetua sin sonrisas ni miradas de consuelo, sin un hombro, sin su beso, sin Roberto.
Cada vez se vuelve más cotidiano, me entra la locura y necesito beber, beber y beber. Yo encerrada, soy tan cobarde que jamás de nada me desprendería; ni de él ni de mi propia existencia, yo sólo soy la otra, ese plato de segunda que mientras haya hambre siempre será bienvenido, pero a la hora en que hablemos de lujos y cosas excepcionales ni siquiera me encontrare en la mancha más abandonada de su retina, o su servilleta, soy su comida rápida del día, y ella aquella cena con la que se deleita sólo cuando la situación lo amerita sin empalagar su paladar, sin abusar de aquel festín, cual dios controlando aquella asfixiante ansiedad que lo deja sin límites, aquella que lo emborracha cuando devora un plato cualquiera, lleno de gula y bestialidad.
 Ese hijo de puta lo odio tanto por no amarme, me odio tanto por amarlo. Odio todo, pero no soy más que una estúpida que aceptara esto por siempre y por más que llore y beba el día entero siempre el siguiente será igual al siguiente, y al siguiente, y probablemente al siguiente, estoy más sola que la propia soledad y aun así no encuentro cojones para dejarlo y buscar… ¿algo mejor quizás?, ¿O peor?, O lo mismo.
Este pensamiento me dispersa, pero algo me tira, me sujeta a aquel cuarto, tan claro, tan celestial casi pacífico, donde las noches más revueltas de mi vida han pasado, su respiración en mi oído, sus manos, esas bellas manos que pueden secar mis lágrimas y al mismo tiempo estrangular mi espalda, acercarme a él sintiendo que no hay otro momento, ni un después, ni un mañana.
Pero si existe, hoy es mi mañana, esto pasa luego de cada noche en que me entrego sin vacilar, visto perfecta, gimnasio veinticuatro siete, un maquillaje siempre marcado pero nunca grotesco, permanente por supuesto para que las típicas lágrimas que dejare caer no lo estropeen, lencería Italiana la más fina y delicada, todo perfecto para Roberto, mi hombre de dos tiempos…

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