domingo, 19 de agosto de 2012

Cóctel letal


Se quiso adelantar a los de la búsqueda pues se encontraba totalmente fuera de si, subió la escalinata a paso veloz, se poso frente a la 202 golpeó asustada y frenética, luego de unos minutos el resto la alcanzó y haciendo un esfuerzo tremendo forzaron la puerta hasta que esta cedió y reveló que había en su interior.
Candalia  se desplomo sobre sus rodillas y sin siquiera inmutarse el hombre a cargo de la descripción visual apunto con letra confusa en una pequeña libretilla:
Mujer de cabello claro, 22 años, 1,70 de altura, boca arriba.
-¿Sólo eso?, ¿sólo eso importo de la muerte de mi hermana?
 Se repetía una y otra vez Candalia en el velorio de su hermana Consuelo, se repetía eso y millones de cosas más su mente mantenía un huracán constante, se le hacia imposible librarse del tormento y del peso de aquella muerte.
Veintidós días antes, en la pequeña terraza del departamento de consuelo:
-        Candalia: Estas loca… ese imbécil no vale la pena
-        Consuelo: ¡Tú! estas loca lo único que aquí no vale es esta conversación… Ya está decidido hermanita me voy, se feliz y déjame en paz.
Eso fue todo lo que las hermanas se dijeron, a la mañana siguiente Consuelo cruzó la frontera para encontrarse con el hombre de su vida, en su mente claro esta, pues la desequilibrada muchacha estaba obsesionada con la idea de una vida junto a él, un ser ideal, utópico, una niña creyendo en cuentos de hadas e ideas gastadas, la madurez  de Consuelo renegada por ella misma, arrojándose de cabeza al impuso de sus deseos.
Días después el escenario cambió sin retorno, la niña dejo sus años dorados para perderse donde el mechero no enciende,  y el que teme pierde.
Finalmente despertó en un lugar donde no conocía a nadie, ni siquiera el hombre con quien compartía la cama, raro día llego, comió y no volvió, Consuelo no vio otra salida que acabar con todo.
Mientras las personas llegaban Candalia les agradecía de manera automática pues a la realidad nada la sujetaba, por ese día se permitió recorrer sus arrecifes mentales, entregarse a su delirio reprimido y pensar en su bella hermana, extrañarla y ¿porqué no? Culparse. Pronto se levanto del asiento que había sostenido su cuerpo inerte durante todo el día, y repaso una vez más los apuntes del investigador:
Causa de muerte: coctel letal
Composición: 40 pastillas de  paracetamol, 40 pastillas de ravotril  y 2 litros de vodka.
Dentro de delirio Candalia visualizó ese último exhalo de vida de su hermana, la podía ver, ojerosa, más delgada y harapienta dirigiéndose a una farmacia de ahorro en las cercanías, de manos temblorosas, pero a pesar de aquel aspecto, Candalia presencia que el joven de la farmacia de todas maneras le vende todo lo exigido por la chica, Consuelo deja atrás el lugar sin voltear, se da un par de vueltas, unos puchos a la vena más ansiosa que minutos antes, la observa entrar en un sucucho, al rato sale con una pesada bolsa negra que mientras camina de regreso, el rechinar de las botellas le acompañan en un compas casi esquizofrénico. En eso Candalia siente que su visión se torna borrosa, era su madre que la zamarreaba para que despertara.
-        Hija mía vete a descansar
-        Estoy bien ma, gracias.
Tras la interrupción la muchacha va a despedirse por última vez de consuelo, se para junto a su trono color marrón, la observa,  ve que el azulino de su rostro resalta entre su cabellera platinada y blancos trapos reprimiendo la perfecta anatomía de su hermanita y en un eterno adiós le susurra un gracias, mientras sus lágrimas buscan su propio destino en los pómulos de ese cuerpo vacío.



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