Se
quiso adelantar a los de la búsqueda pues se encontraba totalmente fuera de si,
subió la escalinata a paso veloz, se poso frente a la 202 golpeó asustada y
frenética, luego de unos minutos el resto la alcanzó y haciendo un esfuerzo
tremendo forzaron la puerta hasta que esta cedió y reveló que había en su
interior.
Candalia
se desplomo sobre sus rodillas y sin
siquiera inmutarse el hombre a cargo de la descripción visual apunto con letra
confusa en una pequeña libretilla:
Mujer
de cabello claro, 22 años, 1,70 de altura, boca arriba.
-¿Sólo
eso?, ¿sólo eso importo de la muerte de mi hermana?
Se repetía una y otra vez Candalia en el
velorio de su hermana Consuelo, se repetía eso y millones de cosas más su mente
mantenía un huracán constante, se le hacia imposible librarse del tormento y
del peso de aquella muerte.
Veintidós
días antes, en la pequeña terraza del departamento de consuelo:
-
Candalia: Estas loca… ese imbécil no
vale la pena
-
Consuelo: ¡Tú! estas loca lo único que aquí
no vale es esta conversación… Ya está decidido hermanita me voy, se feliz y déjame
en paz.
Eso
fue todo lo que las hermanas se dijeron, a la mañana siguiente Consuelo cruzó
la frontera para encontrarse con el hombre de su vida, en su mente claro esta,
pues la desequilibrada muchacha estaba obsesionada con la idea de una vida
junto a él, un ser ideal, utópico, una niña creyendo en cuentos de hadas e
ideas gastadas, la madurez de Consuelo renegada
por ella misma, arrojándose de cabeza al impuso de sus deseos.
Días
después el escenario cambió sin retorno, la niña dejo sus años dorados para perderse
donde el mechero no enciende, y el que
teme pierde.
Finalmente
despertó en un lugar donde no conocía a nadie, ni siquiera el hombre con quien compartía
la cama, raro día llego, comió y no volvió, Consuelo no vio otra salida que
acabar con todo.
Mientras
las personas llegaban Candalia les agradecía de manera automática pues a la
realidad nada la sujetaba, por ese día se permitió recorrer sus arrecifes
mentales, entregarse a su delirio reprimido y pensar en su bella hermana,
extrañarla y ¿porqué no? Culparse. Pronto se levanto del asiento que había sostenido
su cuerpo inerte durante todo el día, y repaso una vez más los apuntes del
investigador:
Causa
de muerte: coctel letal
Composición:
40 pastillas de paracetamol, 40
pastillas de ravotril y 2 litros de
vodka.
Dentro
de delirio Candalia visualizó ese último exhalo de vida de su hermana, la podía
ver, ojerosa, más delgada y harapienta dirigiéndose a una farmacia de ahorro en
las cercanías, de manos temblorosas, pero a pesar de aquel aspecto, Candalia
presencia que el joven de la farmacia de todas maneras le vende todo lo exigido
por la chica, Consuelo deja atrás el lugar sin voltear, se da un par de vueltas,
unos puchos a la vena más ansiosa que minutos antes, la observa entrar en un
sucucho, al rato sale con una pesada bolsa negra que mientras camina de regreso,
el rechinar de las botellas le acompañan en un compas casi esquizofrénico. En
eso Candalia siente que su visión se torna borrosa, era su madre que la zamarreaba
para que despertara.
-
Hija mía vete a descansar
-
Estoy bien ma, gracias.
Tras
la interrupción la muchacha va a despedirse por última vez de consuelo, se para
junto a su trono color marrón, la observa,
ve que el azulino de su rostro resalta entre su cabellera platinada y
blancos trapos reprimiendo la perfecta anatomía de su hermanita y en un eterno adiós
le susurra un gracias, mientras sus lágrimas buscan su propio destino en los pómulos
de ese cuerpo vacío.
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