miércoles, 4 de julio de 2012

ELLA


La hojarasca vaga e inunda el vacío, sus pies arrastra, su alma se encuentra en cada lugar, cada nombre y especificación, curioso como un lugar alberga tanto dolor, tanta carne, tanta sangre y aun así sus anónimos visitantes se dispersan sonrientes dentro de la lúgubres permanente que la tierra emana.
Pide a dios, pide calor, unas gotas de vino humedecen su boca y su cuerpo yace casi inerte sobre una banca dentro del cementerio, es difícil discernir si se abandona al dolor o al alcohol, lo cierto es que un esqueleto se dejo a suerte el 25 de aquel año, ni el administrador, ni las miradas discriminadoras que levitaban junto a ella día tras día lograron que alzara la mirada.
Se despertaba los viernes, iba a un bar no muy lejos de Conchalí, ahí despilfarraba su dinero bebía, pero jamás se iba con nadie, aceptaba invitaciones pues a pesar de su desdeñoso aspecto era bella como ninguna, exótica no poseía ninguna característica muy particular, sólo todo en ella era bello. Adoraba tumbarme en el bar a beber y observar como ella también o hacia, jamás me habría atrevido a acercarme a ella, ni a tocarla.
Pero su mirada ardía jamás la fijaba era dispersa como sus pensamientos, ella deseaba a alguien yo lo percibía por la manera en que observaba todo cuanto la rodeaba. Un día poso sus dos ojos miel en mi lo hiso y de ahí no los movió, fija observo durante el tiempo en que yo demore en hacer desaparecer una botella entera, mucho tiempo no fue dado que la ansiedad no me permite disfrutar del sabor, sólo de la sensación y cuando acaba el dolor, ese dolor que invade mis entrañas me hace sudar, salivar y vomitar, aquel dolor que me invade cada mañana y que comienzo a saciar desde el medio día.
Le hice un gesto con mi mano, la invite a un trago, ella acepto, pálida y silenciosa, no sonreía ni se movía pero yo sabía que ella se encontraba cómoda con mi compañía, y yo, un viejo haraposo y sucio me encontraba  en el cielo con una chiquilla así a mi lado.
Sólo me observaba y muy de vez en cuando me sonreía, cuando lo hacia su nariz y frente se arrugaban dulcemente, todo lo que esa niña hacia era bello, su silencio precioso pues yo sólo acostumbraba a esas viejas de cantina que lo único que hacen es embarazarse y chillar.
Alas 3:00 am de ese domingo le dije a la chiquilla que se fuera a su casa pues yo estaba viejo y debía ir a descansar, ella asintió con la cabeza y se largo, no me importaba saber su nombre pues sabia que el próximo viernes la encontraría en el bar, y en la semana ella mantendría ese raro transe dentro del cementerio.
Eso pensé, esa semana fue terrible, mis dolores se agudizaron, todo me parecía horrible, me retorcí durante dos días en el piso de mi choza, cuando al fin el coyote me encontró me tubo que llevar arrastras pues el muy bruto había perdido su bicicleta hace algún tiempo.
Desperté en la posta, y el tiempo que ahí estuve, solo pensé en ella sudaba y gritaba no conocía su nombre pero la deseaba no como un animal desea a su indefensa presa, si no como el deseo que tienen las letras de ser leídas y ese placer etéreo que experimentan cuando las dejamos protagonizar el relato que conforman, de esa manera la deseaba, quería tener sus ojos posados sobre mi, compartir mi botella y que arrugue su nariz, corrí con dificultades pero lo hice llegue al cementerio y no la encontré, lo recorrí entero tumba tras tumba y nada ella había desaparecido intente hablar con el administrador pero ese hombre jamás aceptaría hablar con un vago como yo y pedirle al coyote que lo hiciera era una idea aún más fantástica pues a ese ni en su casa le dan hora, ni pan, ni nada.
Ella volverá lo se, han pasado casi tres años y sé que volverá, solo espero que mi hígado aguante hasta ese minuto para volver a contemplar sus ojos, sus largos y oscuros cabellos sujetados por un delicado palillo sobre su nuca, mirar su hermosa espalda que a pesar de que usara anchos trapos, no conseguía ocultar su esbelta figura, su rostro cansado y pálido un tanto ojeroso un tanto sufrido, un tanto lloroso, esa figura abandonada era mi complemento, el vaso faltante.

Te espero incesante y jamás dejare de hacerlo, no quiero conocer tu nombre, ni saber porque sufres, solo compartir unos vasos y contemplar tu belleza sobrenatural.

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