De todo a nada,
como ropa gastada,
Tirada y
mangoneada
Me apiado de su
gesto, y su penumbre olor a ser.
En un destello
de ínfimos colores se refugia, aquel azul que ella busca,
Se tropieza,
golpea y cae, ¿importa?
Que sea un
rostro ajeno,
De la mano de
otra lagrima, esa que nace en un pecho acongojado y cerrado,
Verla no solo en
un espejo.
Más que un
reflejo, que mi sombra
Bajo huellas
mojadas, arpadas.
El rayo desde la
misma mano de lo alto, para la herida eterna,
Siempre viva,
punzante, delirante.
B. floresd
No hay comentarios:
Publicar un comentario